"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Análisis del soneto de Lope de Vega Desmayarse, atreverse, estar furioso...

ANÁLISIS DEL SONETO DESMAYARSE, ATREVERSE, ESTAR FURIOSO Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso; no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor süave, olvidar el provecho, amar el daño; creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe. 1.ANÁLISIS Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562 – 1635) es uno de nuestros máximos poetas y, seguramente, el dramaturgo más relevante de nuestras letras. Su contradictoria e hiperactiva personalidad es bien conocida. A este propósito, conviene recordar su propensión a enamoramientos incendiarios y a duras penas reprimibles; también su increíble capacidad para crear obras literarias de altísima factura con una pasmosa y aparente facilidad. Este poema es un bello ejemplo de artificio literario elevado a unas cotas de tensión estética simplemente increíbles y a duras penas concebibles. De lo dicho, bien podemos creer que cuando Lope explica qué es el amor, en realidad habla de sí mismo y su experiencia. No es una elucubración teórica intelectualizada, sino una reflexión teñida de melancólicos recuerdos, no todos positivos. Lope utiliza el formato del soneto para asediar la significación del amor, lo que significa que cuenta con muy pocas palabras para expresar todo lo que piensa y, sobre todo, siente o ha experimentado. Una primera consecuencia es que la significación está comprimida y en máxima tensión; parece que puede desbordarse de un momento a otro. El lenguaje ordinario no sirve porque necesitaría un volumen de cientos de páginas para decirlo todo. Parece que, decidido a contarlo todo, necesita un esquema sintáctico y semántico distinto para comunicar su mensaje. Utiliza, si mal no hemos contado, treinta y dos metáforas, de las que sólo aparece el término imaginario, a lo largo de los trece primeros versos. En el decimocuarto y último solventa la identificación del término real con un neutro que recoge todas las imágenes previas: “esto” y lo enlaza con amor a través de un simple verbo copulativo, en presente atemporal: “esto es amor”. Y cierra prodigiosamente su asedio con un simple argumento de experiencia compartido por poeta y lectores: “quien lo probó lo sabe”. El vivo contraste con el léxico y las connotaciones más literarias y abstractas de los trece versos previos resulta chocante, escandaloso y asombroso. Es un modo de buscar la complicidad del lector con su original exposición y, al mismo tiempo, asombrarlo deslumbrantemente. Este soneto es perfecto para ilustrar los efectos estéticos de ciertos recursos retóricos gracias a los cuales las palabras significan infinitamente más de lo que aparentan o podemos esperar en su significado denotativo rutinario. A nuestro entender, Lope desea transmitir un mensaje bien sencillo: el amor es un sentimiento que en su realización resulta incomprensiblemente contradictorio, difícilmente gobernable y, en fin, decepcionante (“dar la vida y el alma a un desengaño”, v. 13). En los trece versos iniciales del poema nos deja una acumulación abrumadora de enumeraciones, oxímoros y paradojas de una frescura realmente sorprendente. Y para ello ha necesitado veintitrés adjetivos, diez verbos en infinitivo y tres más conjugados (“cabe”, “es” y “sabe”). Todos los infinitivos ocupan una posición preminente en el verso (normalmente, en primera posición), reforzando así su significación. La sintaxis del poema es asombrosamente original: el soneto sólo contiene cinco oraciones, separadas por puntos y coma, de modo que su conexión queda reforzada. El lector apenas tiene tiempo de tomar aliento para seguir leyendo porque la continuidad, sin transición o pausa, viene dada por la sintaxis acumulativa y cuidadosamente entrelazada. No hay ni un solo punto y seguido que nos permita parar y ordenar el sentido. No, el amor no da esa tregua; ¿por qué la tendría que dar el poema? La analogía es maravillosa y asombrosa. Cualquiera de las decenas de imágenes expresa de un modo claro el pensamiento del yo poético, pero el primer verso del último terceto lo significa de modo brillante y plástico: “Creer que un cielo en un infierno cabe”. El amor, al fin, sólo es una creencia imposible, paradójica y antitética en sí misma, así que más vale no hacerse muchas ilusiones sobre las posibilidades de encontrar el paraíso en algo tan engañoso e inaprensible, nos desliza el poeta entre líneas.

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